martes, 23 de noviembre de 2010

La alta fidelidad en el siglo XXI... ¿es posible?


Si eres una persona joven y te sueles dejar llevar por la corriente, quizás este post te abra un poco los ojos al mundo real de la industria musical.
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Si eres joven, probablemente te hayas perdido lo que suelo llamar la época dorada de la música. Me refiero al período que fue desde los años 1970 hasta los 1990. Este período se caracterizó por diversos factores que lo hicieron único:

Se instauraron normas de Alta Fidelidad que garantizaban que sólo los equipos que superasen determinados requisitos pudiesen obtener ese calificativo/certificado.


Los artistas creaban discos especialmente centrados en la calidad del sonido, y dedicaban grandes esfuerzos para ello. Esto era posible debido a que la música generaba inmensos beneficios a las compañías discográficas, y el gasto dedicado a mejorar la calidad del producto final era insignificante en comparación. Este culto al sonido en sí mismo hizo que surgiese un buen número de artistas (Kraftwerk, Depeche Mode, Jean-Michel Jarre, Yazoo...) que basaban gran parte de su éxito en la utilización de sonidos electrónicos de gran calidad, que ponían a prueba las características de los mejores equipos de audio de la época. Otros artistas, como George Michael con su Faith, Dire Straits con su Brothers in Arms, o la mismísima Madonna, crearon discos inolvidables tanto por su calidad musical como por su calidad de audio.

La gente se preocupaba mucho por la calidad del sonido. Había un gran porcentaje de audiófilos o aspirantes a serlo, cuyo sueño era llegar a tener algún día un equipo musical carísimo y que sonase lo más parecido al propio estudio de grabación. Era raro ver el hogar que no tuviese una cadena de alta fidelidad en el salón o en la sala de estar.


Por desgracia para algunos (entre los que me incluyo), gran parte de todo eso se ha perdido. Ahora encontramos cosas como las siguientes:

Cualquier fabricante puede decir que su producto es de “Alta Fidelidad” sin necesidad de cumplir ninguna norma.

Las preferencias de la gente han cambiado, y ahora se prioriza por regla general el tamaño y lo económico frente a la calidad: un reproductor portátil que pueda llevarse en el bolsillo, preferiblemente integrado en el móvil/celular, un *.mp3 que ocupa 10 veces menos que la canción original, y, por supuesto, que escuchar música resulte los más barato posible.

Las propias empresas tienen gran parte de la culpa, pues han inundado el mercado con soportes de audio con pérdida (los famosos mp3, para que se entienda) y han difundido la falsa idea de que un *.mp3 suena igual que un CD, con el objetivo de justificar la valía de sus propios reproductores. Y, efectivamente, los CD escuchados a través de un PC normal no tienen la calidad suficiente como para hacer distinguible la diferencia entre un *.mp3 y el CD original, aunque, claro está, los mp3 se venden como rosquillas puesto que la red está plagada de archivos *.mp3 que pueden conseguirse gratuitamente de forma pirata. Consecuentemente, hoy en día muy poca gente se compra reproductores de CD convencionales, exclusivamente dedicados a tocar música. Y lo peor de todo es que se está llegando al punto de que las propias discográficas publican ya directamente en formatos comprimidos con pérdida; hasta los Beatles han sucumbido a esta vorágine y desde hace unos pocos días ya está disponible su discografía en iTunes. Mientras tanto, los más jóvenes, como no han conocido otra cosa en su vida, no saben lo que se están perdiendo.

Los artistas ya no siempre son los que deciden la calidad final de su producto; en muchas ocasiones los responsables directos son los técnicos de audio. En una industria discográfica cada vez más precaria, no hay lugar para el sibaritismo de los artistas, y lo que manda es el mercado. Como consecuencia, las casas discográficas suben cada vez más el volumen de las pistas de sonido (probablemente para que se escuchen “mejor” por la radio, en el automóvil y en la Ipod). Este fenómeno, bien conocido, recibe el nombre de “Loudness War” (“guerra del volumen”), y no es otra cosa que subir el volumen del máster lo máximo posible, incluso hasta el punto de que la onda de sonido quede cortada por arriba y por abajo, perdiéndose la dinámica. Para que se entienda, el resultado es que los golpes de batería y la voz del cantante suenan prácticamente al mismo volumen, de forma que el sonido se vuelve monótono y sin expresividad (aunque, eso sí, a un volumen ensordecerdor). Muchas “versiones remasterizadas” acusan este problema (ojo la próxima vez que encuentres un remáster). No obstante, en un mundo inundado de *.mp3, ¿a quién le importa...?

En este vídeo de Youtube (en inglés) se explica de forma didáctica en qué consiste la Loudness War.



La Loudness War existe desde hace mucho tiempo, pero se ha acentuado dramáticamente en la última década. Aquí puedes ver la evolución de Something, canción de los Beatles, a través de diferentes ediciones (fuente: Wikimedia Commons).



Paradójicamente, vivimos en una época de gran desarrollo tecnológico. La tecnología de audio nunca fue mejor, y los equipos actuales deverdadera alta fidelidad ridiculizarían a los de hace 30 años. Por desgracia para muchos de nosotros, son demasiado caros...

...¿o no...?

Si lo prioritario para ti es la calidad y no eres millonario, entonces tengo buenas noticias. La alta fidelidad está a nuestro alcance aunque no dispongamos de mucho dinero y haciendo uso del propio ordenador/computadora. Eso se debe fundamentalmente a lo siguiente:

Los ordenadores/computadoras han evolucionado hasta un nivel impensable hace 20 años. Desde que el estándar de audio es digital, las mejoras de calidad han pasado a centrarse en la conversión digital/analógica, ya que la calidad de la fuente digital es virtualmente perfecta dentro de sus posibilidades (tasa de muestreo de 44.100 Hz y 16 bits para los CD, o de hasta 192.000 Hz y 24 bits para las grabaciones en formatos especiales). En lo que al manejo de los datos de la fuente se refiere (antes de realizar la conversión), un procesador de los actuales, como un Quad a 3 GHz, es miles de veces más rápido (y, en consecuencia, más eficiente) que los mejores reproductores de CD de la época, y, por si fuera poco, su software puede ser constantemente mejorado por una comunidad de internet cada vez mayor.

Existen formatos digitales sin pérdida (*.flac, *.ape, *.wav...), que, si bien ocupan mucho más espacio en el disco duro, presentan una calidad incuestionablemente mejor que los *.mp3, los cuales acusan una pérdida de dinámica, de armónicos y de sentido espacial. Por otra parte, los discos duros tienen una capacidad cientos de miles de veces superior a los de 1990, y a un precio relativamente económico, con lo cual ya no es un inconveniente el gran tamaño de los archivos musicales sin pérdida. Y cada vez lo será menos. De hecho, puedes hacer una búsqueda en Google con la palabra “flac”, “ape”, o “lossless” y te sorprenderá ver la cantidad de gente que ya se está subiendo al tren del audio de alta fidelidad.

Para una experiencia de alta fidelidad no hace falta mucho aparataje. Evidentemente la tarjeta de sonido que trae el PC de fábrica no sirve para apreciar la mejora de calidad del audio digital original con respecto al de los *.mp3, y los auriculares/audífonos que se introducen en el oído o los altavoces Creative del PC tampoco van a ayudar mucho. Pero basta con 3 cosas:

1) Un PC más o menos potente (1 GHz o más), con los programas adecuados (Foobar2000 o AIMP2, ambos gratuitos, para reproducir los archivos de audio sin pérdida). Yo tengo un AMD Phenom II X4 965 (4 núcleos) a 3.41 GHz, y tengo 8 GB de RAM, con lo cual jamás voy a tener problemas de audio derivados del propio PC.

2) Una tarjeta de audio de buena calidad. La más económica y adecuada para la alta fidelidad es la M-Audio Transit USB, que se conecta al PC por el puerto USB y tiene frecuencia de muestreo de 96 kHz a 24 bits, aparte de que está reconocida como un dispositivo de enorme calidad. La puedes encontrar por menos de 80 dólares.



3) Unos auriculares realmente buenos. Esta es la parte más cara del conjunto (y el componente crítico), pero que garantiza unos resultados equiparables a los de unos altavoces de miles de dólares (con la ventaja de que no molestas al vecino). Yo uso los Sennheiser HD-650, reconocidos por la crítica como uno de los mejores productos del mercado. Su precio está algo por encima de los 300 dólares.



...Y eso es todo. ¿Amplificador? No lo uso; conecto los auriculares directamente a la tarjeta de sonido, con lo cual, aunque no puedo reventarme los tímpanos subiendo el volumen :P, me evito distorsiones adicionales y obtengo un sonido más puro y cristalino.

Debo decir que tengo, adicionalmente, un equipo formado por un reproductor de CD Rotel de alta gama, un amplificador Audiolab y las míticas columnas Yamaha NS-1000 (con cables especiales), y, para mi entrenado oído, el “improvisado” equipo del PC suena probablemente a la misma altura en cuanto a textura, separación, espacialidad y riqueza armónica. No todo el mundo tiene el mismo oído, podrá decirme alguno, pero el oído también se entrena. Si lo alimentas con sonido de baja calidad durante toda tu vida, jamás llegarás a aprender la diferencia que supone la verdadera alta fidelidad y las emociones que despierta.



Aviso para los más puristas: soy consciente de que esto no es alta fidelidad de máximo rendimiento, pero en este post tampoco propongo sustituir un equipo de MBL (http://www.mbl.de/en/) por una pequeña tarjeta de PC y unos auriculares. Mi única intención es motivar a toda esa gente joven que vive cautivada bajo el principio del mínimo gasto y el máximo beneficio y que jamás se han acercado siquiera a lo que significa la verdadera alta fidelidad, lo cual me parece una verdadera pena.

Ah, y una cosa más. Si por casualidad tienes una Ipod, existe un proyecto de varios años de existencia llamado Rockbox que ha desarrollado en código abierto (o sea, de forma gratuita) una firmware que hace posible que puedas escuchar flac en la Ipod, aparte de que mejora notablemente sus prestaciones aprovechando al máximo la calidad de sus componentes. No suena como la M-Audio Transit, pero, comparada con la Ipod convencional o con la tarjeta del PC, es una pasada total (siempre que tus altavoces/auriculares sean los adecuados).



Espero que este post te haya resultado interesante, y agradezco tus comentarios.

1 comentario:

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