domingo, 27 de febrero de 2011

La mecánica celestial y el destino del ser humano


Este post no tiene mucho que ver con la música... ¿o tal vez sí? En cualquier caso, es un pensamiento sobre el que me parece que sería muy útil que reflexionásemos. Los seres humanos nos movemos por dos pulsiones, el instinto de conservación o de supervivencia del individuo (egoísmo) y el de conservación de la especie (altruismo). Todo, desde que tenemos uso de razón, e incluso desde antes, se mueve por esos dos instintos. Las guerras, motivadas por el egoísmo, fueron a su vez las épocas de máximo desarrollo tecnológico y un poderoso estímulo para la imaginación. Pareciera que estuviésemos abocados a resignarnos al continuo azote de la violencia, del egoísmo, del mal, en definitiva, porque está en nuestros genes, para poder avanzar como especie. Pero... ¿debe necesariamente ser así?

He estado pensando sobre ese asunto, y he llegado a una conclusión que me llena de inmensa alegría. Si tenemos esperanza, si valoramos la felicidad por encima de todas las cosas, es porque hay algo en lo más recóndito de nuestro ser, y del universo mismo, que nos dice que ese es el camino. Miles de millones de años de evolución respiran por nuestros átomos, señalándonos nuestro papel en el universo.

Todo en el mundo se mueve entre el yang y el yin. El yang es lo masculino, lo dinámico, el cuerpo, la muerte, y el yin es lo femenino, lo pasivo, la mente, la vida. El pintor da un trazo violento con todo su odio... y luego retoca el trazo con todo su cariño. La voluntad humana penetra en el tejido del tiempo... y luego adorna el espacio con su amor.

Pero hay algo que nunca nos dijeron, y es que el yang y el yin actúan a su vez sobre el proceso que los une, convirtiendo el arte en un arte de sí mismo. La violencia entonces se vuelve tierna, y la ternura violenta.

Como consecuencia, el ser humano del futuro será un ser extremadamente sensible, y al mismo tiempo extremadamente fuerte. La violencia dejará de ser autodestructiva, porque abandonará el ámbito terrestre, pero nuestro sufrimiento espiritual será mayúsculo, sufrimiento, por otra parte, que experimentaremos de un modo bien distinto a lo que conocemos actualmente. Será el sufrimiento del poeta, del músico, del científico, del escritor; esas serán nuestras peores pesadillas a superar en un nuevo ciclo. El yin y el yang habrán crecido desde el ápeiron (Anaximandro), y el yang habrá quedado por fin fuera de nuestro planeta. Canalizaremos nuestro sufrimiento como violencia contra el cosmos, y no contra nosotros mismos. El amor, el altruismo como individuo y el egoísmo como especie, son y serán los únicos aliados de la razón humana.

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